viernes, 8 de febrero de 2008

Carlos Kleiber

Posiblemente el director más controvertido del siglo XX, Carlos Kleiber (1930-2004) fue tan famoso por sus excentricidades como por su increible talento. Su carrera fue un caso único: Su padre, el famoso director Erich Kleiber, se opuso ferozmente a que se dedicara a la dirección. Tras conseguirlo por su cuenta, rechazó desde muy joven ser director titular de las muchas prestigiosas orquestas que se lo ofrecieron, prefiriendo ser un director freelance. Trabajaba poco, una media de diez compromisos al año. Grabó aún menos, apenas trece discos oficiales, y a lo largo de toda su carrera sólo dirigió ocho óperas: La Bohéme, Otello, Carmen, Tristán e Isolda, Der Freischütz, Elektra, El caballero de la rosa y Wozzeck. Cada aparición suya (cuando aparecía, eran famosas sus rupturas de contratos) era un acontecimiento. Kleiber era un perfeccionista con una habilidad natural para entender la música y para moldear el sonido orquestal, lo que lograba tras largos ensayos, casi siempre a puerta cerrada, en los que se encargaba de pulir hasta el menor aspecto de la partitura sin dejar nada a la improvisación. Sin embargo, no era un dictador, sino que dialogaba con cada miembro de la orquesta hasta conseguir un resultado satisfactorio para todos. Dicen algunos de los músicos a los que dirigió que un ensayo con él era más instructivo que toda una carrera en el conservatorio. En youtube podéis encontrar fragmentos de un ensayo suyo con la Südfunk-Sinfonieorchester como éste de la obertura de El murciélago, de Johann Strauss II:


Vídeo de raychuan

Carlos Kleiber era uno de esos directores a los que el espectador de sus conciertos no podía dejar de mirar. Sus movimientos en el podio forman parte de la leyenda, se dejaba llevar por la música y transmitía su energía a los músicos con apenas un gesto de su mano derecha y una mirada. Una de sus excentricidades era dirigir largos pasajes con la mano izquierda en el bolsillo o apoyada en la barra trasera del podio. Hoy podemos ver también la expresión de su cara en algunos vídeos y comprobar cómo era capaz de vivir la música. Valga como ejemplo esta obertura Coriolano de Beethoven con la Bayerische Staatsorchester:


Vídeo de MahaKrisna

Una de las obras dirigidas por Kleiber que más he disfrutado ha sido el Otello de Verdi con Domingo, Freni y Cappuccilli que inauguró la temporada de la Scala de Milán en 1976. El inicio de la ópera, que veremos a continuación, tiene una fuerza tremenda. En la grabación (pirata) se puede escuchar como, tras el entreacto, un grupo de loggionisti exaltados (y sordos, supongo) recrimina a gritos a Kleiber su falta de estilo. Luego nos quieren vender la moto de que los loggionisti son los guardianes de las esencias operísticas. ¿Pero cómo alguien puede ponerle pegas a ésto?


Vídeo de wagnerianman
Para más información acerca de Carlos Kleiber, os recomiendo este artículo de Pablo Ransanz Martínez en Filomúsica.

4 comentarios:

Vissi d'arte dijo...

Ese Otello de Kleiber es sencillamente el mejor que he escuchado nunca. Perfecto en todos sus aspectos.

Aprovecho para saludar al admirador de Plácido que me lo grabó ;-)

Titus dijo...

Y si ya te lo grabó un admirador de Plácido, ¿para qué te lo grabé yo otra vez? Jejeje.

Barbebleue dijo...

Un "puto" genio. O dicho en fino: era música, en el sentido más elevado del término. Elegancia y trascendencia.

Sus trabajos son y serán referencias: su tremendo Otello, su colorista Cazador,su elegante Tristán (el mejor orquestalmente hablando), su exquisito Caballero, sus supremos Años Nuevos, todo.

Tras descubrirlo, entendí de verdad la magia de un director. Y yo también quise serlo...

Joaquim dijo...

Y hay una Bohème de la Scala (1979) con Cotrubas, Pavarotti, la Popp, Cappuccilli y Nesterenko, que es la leche y un Fledermaus que es la releche y...la Carmen de Viena (Domingo y Obraztsova)
He mencionado las que se ha olvidado Barbebleue, solamente para ser reiterativo, pero también para mencionar sus escasos documentos que nos dejó para goce y disfrute. En todos tenía tantas cosas que decir y tan diferentes a como nos las dicen los demás, que cada escucha es una eterna gozada.